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Contraseñas de Mabe Guzmán

Actualizado: 8 dic 2018


 


El término “contraseña” encierra una dialéctica. El santo y la seña deben reunirse para completar un significado, pero es mejor que la relación entre ambos no sea evidente ni predecible. En varios sentidos esa relación comporta una suerte de negatividad. Primero porque los términos (o al menos uno de ellos) predestinados a encontrarse, se mantienen ocultos. Segundo, porque el encuentro puede producir una especie de negación mutua. Finalmente con lo que se encuentra cada término de la contraseña es con su reverso. Llevado al lenguaje fotográfico, podemos encontrar un ejemplo evidente en la relación entre negativo y positivo. El concepto de contraseña en el título de esta exposición no sería lo mismo si se tratara de fotografías digitales. Probablemente estaría absorbido por la pretensiosa gravedad del ícono. Estaría absorto en lo figurativo. En cambio, en el proyecto de Mabe Guzmán, la contraseña tiene un comportamiento erótico que, más allá de los temas fotografiados, sugiere procesos de contacto, transferencias, encuentros y yuxtaposiciones que preservan la referencialidad propia de la fotografía analógica y que nos proveen de un sesgo alternativo para pensar la noción de archivo. En todo esto ayuda mucho la inclinación de la fotógrafa por el fragmento, el montaje y la abstracción, con los que produce representaciones que invitan a acercamientos intelectualmente más complejos que los que demandan las imágenes hiperrealistas y pictoricistas que proliferan en la fotografía contemporánea.

Es una decisión muy inteligente, para una autora que realiza su primera exposición individual, el poner el acento en la expresión de su personalidad artística y en la anunciación de los temas con los que se siente comprometida. Más que una serie fotográfica, Contraseñas es una poética; una declaración conceptual que resulta de la práctica y la investigación del lenguaje fotográfico.

La propuesta de Mabe Guzmán tiene tres ejes: el apego a las técnicas analógicas, la parquedad narrativa y visual y la producción de relaciones más complejas entre imágenes y discursos. Una de las claves formales y simbólicas que explota en estas obras (una de sus “contraseñas”, diríamos) es la representación del fragmento y la otra es la apuesta por lo oscuro. Ambas constituyen las bases de una expresividad que es proyección de la subjetividad de la autora, tanto como de la cualidad sensible de la materia fotográfica. Formalmente esto resulta en una combinación de austeridad y sensualidad que se mantiene como tono general de la exposición.


Como conjunto, la exposición es el cruce de varios proyectos. Por un lado están las imágenes de edificios cubiertos con esas inmensas telas negras, que les dan un carácter sombrío y luctuoso, imponentes, como estructuras medievales, marcando el paisaje urbano con su aire monumental y enigmático. Después del temblor de septiembre de 2017 esas imágenes son metáforas de una ciudad estremecida y de un cambio en nuestra relación psicológica con el espacio y con la arquitectura. Esto es lo más cercano a una serie convencional en esta exposición y contiene algunas de las imágenes más potentes de su obra actual. De hecho, la mirada de Mabe Guzmán sobre la ciudad de México es de las más originales en la fotografía contemporánea y esa serie contiene algunas de las mejores fotografías que se hayan realizado con ese tema.



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