La foto fija. Pero doy aquí al verbo fijar el sentido que tiene en el argot de la droga (fijarse: pincharse), es decir, a la vez inmoviliza y alucina. No hay arte que pertenezca más a lo imaginario, a la simulación, ni que sea más high que el de la foto. Arte en el que, sin embargo, todo ha existido, realmente, todo ha sido.
Severo Sarduy.
Ya no sé en qué orden ocurren las cosas: si es la frase de Sarduy lo que me lleva a la imagen de John Travolta, inyectándose heroína, en una breve, pero intensa secuencia de la película Pulp Fiction, o si es la visión de la aguja penetrando en la carne lo que me hace recordar las palabras de Sarduy en ese pasaje de La simulación.
Inevitablemente el final de la frase nos conecta con uno de los planteamientos más llamativos que hace Roland Barthes en La cámara lúcida: "...nunca puedo negar en la fotografía que la cosa haya estado allí. Hay una doble posición conjunta: de realidad y de pasado. Y puesto que tal imperativo sólo existe por sí mismo, debemos considerarlo por reducción como la esencia misma, el noema de la Fotografía. Lo que intencionalizo en una foto (no hablemos todavía del cine) no es ni el Arte ni la Comunicación, es la Referencia que es el orden fundador de la Fotografía (...) El nombre del Noema de la fotografía será pues “Esto ha sido”, o también: “lo Intratable”…"
Cuando Sarduy dice que "todo ha sido" está evidentemente citando a Barthes, pero su elaboración de esa idea por medio de la "fijeza" me hace sentir que hablar de "la referencia" nos puede llevar a un lugar más allá del referente. Las palabras de Sarduy aluden al efecto más inmediato -más inmediatamente estético- de la fijeza: inmoviliza y alucina. No habla del referente, fijado en la foto, con esa "singular adherencia" que menciona Barthes. Habla de la foto fijada en el espectador. La referencia (el "esto ha sido") nos llega precedida de un "sin embargo". El referente es una especie de mal necesario. Lo que decide el juego es lo imaginario. La simulación.
La simulación es una manera de tratar con "lo Intratable". La fotografía, en realidad es un medio para tratar con lo intratable. Lo intratable es lo incorregible. Es lo irremediable o lo incurable. Hay enfermedades que no pueden ser "tratadas". La muerte no puede ser tratada. Pero con la muerte se puede tratar; se puede pactar. No hay un tratamiento, pero hay un trato. Las mitologías están llenas de ejemplos de pactos con la muerte. Y hay héroes que se disfrazan para engañar a la muerte.
Roland Barthes habla de la máscara: "es el sentido, en tanto que absolutamente puro", dice. Y añade: "tal como estaba en el teatro antiguo." La máscara se usa para burlar a la muerte. También se usa para burlarse del orden.
Con la Muerte se puede pactar, pero con lo póstumo no hay pacto posible. Con lo que "ha sido" ya no hay negociación. Sólo simulación. Toda nuestra relación simbólica con la fotografía se basa en la simulación. Y en la fijeza.
Me gusta pensar que las fotos son importantes porque uno se fija en ellas y porque así nos fijamos en lo que nos rodea. Nos fijamos: Nos quedamos atentos a algo. O nos quedamos fijos, fijados, en algo. Las imágenes son el modo en que la realidad se fija en nosotros. Y -nos dice Sarduy- "no hay arte que pertenezca más a lo imaginario que la fotografía."
La mayoría de la gente toma fotos porque se ha fijado en algo. Y busca que ese algo se quede fijo en la foto. No hay que confiar en la memoria. La imagen puede ser pensada como una forma de memoria. Pero tampoco hay que confiar en la imagen.
Juan Carlos Alom. El muerto, 2000
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