El acto de rasgar mi cuerpo/piel se convierte en la forma más pura de abstraer la materialidad, revelando el vínculo con la naturaleza, una a una sin distinción. Es un proceso de introspección profundo que sugiere el traslado de lo efímero sobre lo perpetuo. Es un diálogo interior abierto a la re-significación del margen de las cosas, guiado por la sencillez sensorial.

La representación de la corporalidad en el autorretrato dio inicio a este diálogo transversal en donde se interioriza la acción del verbo, la continuidad de la experiencia consciente en un recorrido de miradas abiertas, desde mi cuerpo como el objeto expuesto y el cuerpo como observador del lugar más cercano: el paisaje.

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La correlación entre la materialidad y el espacio-tiempo en este marco atemporal, hacen efectiva la recuperación de imágenes devenidas de los sueños durante el proceso creativo, donde el compromiso se auto-gestiona a partir de mis propias teorías estéticas, convirtiendo cada aproximación en instantes de júbilo, generando un dinamismo sobre la acción de postergar la vida de las cosas desde una apreciación imparcial, teniendo como máxima la visibilidad de lo sutil.

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Aquí, mi voz se agita para dar sentido al reflejo que mira, desde el suelo, testigo al ver caer sus hojas al levantarse.